Escrito por Iratxe
Todas conocemos la peste negra
o la gripe española. Aparecen en cualquier libro de texto. También la
tuberculosis, la lepra y más recientemente el cólera y la malaria. Más actual,
el ébola. Epidemias y en algunos casos pandemias que copan portadas en los
medios de comunicación en el momento de estallar pero que, una vez dejan de ser
peligrosas para los países occidentales, dejan de importar y quedan
silenciosamente sufridas por aquellos que con su salvaje explotación nos salvan
los muebles a los del otro lado del charco. Pero, ¿estamos libres de epidemias
en este mundo rosa de los países occidentales, de las potencias mundiales y los
países de la guerra?
Yo sostengo que no. Y de hecho,
creo que nos enfrentamos a una de las epidemias más duras por su constante
temporal: el capitalismo como enfermedad mental y mortal.
En un brillante artículo del compañero Miguel
Huertas (http://redroja.net/index.php/noticias-red-roja/opinion/1667-salud-mental-lucha-de-clases),
se define el capitalismo como “una patología socioeconómica que chorrea hacia
abajo y nos destruye” y se afirma, no en vano, cómo las reglas del juego y la
crisis sistémica que sufrimos está estrechamente relacionada con las patologías
a las que nos encontramos expuestas (trastornos depresivos, de angustia, etc.)
y cómo la política, la lucha de clases es la única manera de acabar con la
perpetuación de esta tendencia de la (in)salud mental.
Efectivamente, tan sólo con
observar los datos podemos comprobar cómo se multiplican por dos los
porcentajes de riesgo de sufrir depresión cuando uno se encuentra desempleado y
tiene familia, o una hipoteca que pagar. Conveniente es traer aquí el dato de
consumo de antidepresivos ISRS (Inhibidores Selectivos de Recaptación de
Serotonina) aumentado en un 159,3%. Tampoco nos tranquilizan los recientes
datos que cifran el consumo de ansiolíticos en España en hasta un 15,5% de la
población, tratamientos que sólo palian los síntomas mediante la hipnotización
y la sedación y no resuelven ningún problema. Nuestra calidad de vida es cada
vez menor y lo que significaba progreso, el avance de la ciencia frente a las
enfermedades, cada vez es más un sinónimo de retroceso, ya que en muchos casos,
ni siquiera podemos acceder a ello.
A pesar de este denunciado
abuso de psicofármacos en el Estado Español, la tenebrosa cifra de suicidios
corrobora la primera afirmación. Mientras que en las escuelas estudiamos que
las principales causas de muerte en España son la fácilmente recordable “CCC”
(Corazón, Cáncer y Carretera), la realidad “oculta” nos muestra que frente a
las 1.309 personas muertas por accidentes de tráfico en 2012, 3.559 se quitaron
la vida. Un año después, la cifra sólo aumenta hasta las 3.870. De hecho, por
desgracia, supone un récord histórico más preocupante que el de las
temperaturas veraniegas registradas, siendo la cifra más alta de los últimos 25
años y significando un incremento cercano al 10% en relación a las cifras desde
2010.
¿Qué podemos hacer? ¿Cómo
paramos esta sangría de trabajadoras que, a la luz de los datos, es casi
estructural? La única manera de acabar con una enfermedad es erradicarla, por
lo tanto, sólo cabe una respuesta: Lucha de clases. A través de la solidaridad,
la fuerza, la lucha, el apoyo mutuo, la creación de vínculos y la defensa de
nuestra dignidad y nuestros derechos acabaremos con ese virus del capital, que
nos infecta de alienación, de miseria, que nos cambia el plato de comida por el
sedante y el techo por el antidepresivo para seguir despojándonos de los
servicios públicos en pos de pagar esa ilegítima, odiosa y criminal Deuda.
Sólo luchando por la libertad
total de las mujeres para decidir sobre su cuerpo, sólo luchando por una
sanidad pública y de calidad a la que le importen más las personas que los
beneficios farmacéuticos y empresariales. Sólo luchando contra los ERE’s y las
reformas laborales que asfixian a tantas familias, por el derecho a huelga, a
manifestación y a la libertad de expresión. Sólo exigiendo la libertad de todas
las compañeras presas por luchar contra el sistema; sólo luchando, en
definitiva contra todo aquello que nos imponen a través de la violencia estatal
y el poder oligárquico que se perpetúa desde el franquismo, podremos acabar con
este gran problema de salud pública y todos los que devienen de él. Sólo la
auto-organización de trabajadoras en los barrios es capaz de erradicar al
monstruo y detener la inoculación de su veneno. No hay que mejorarlo, hay que
destruirlo. Desde el corazón del imperialismo y las potencias del capitalismo
tenemos que enarbolar la bandera del socialismo, activar la resistencia y la
respuesta hasta acabar con todo tipo de opresión. Contra el capital sólo nos
queda vencer en las calles.
Por nuestra vida, ¡abajo el
capitalismo!
Por nuestra libertad, ¡abajo el
régimen!
Por nuestra dignidad, ¡no al
pago de la Deuda!
Iratxe, militante de Red Roja
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